Superó el cáncer dos veces y hoy juega el Mundial de Clubes: la historia de Acerbi impacta

De la quimioterapia a los estadios más grandes del mundo con la camiseta de Inter de Milán, hoy en el Mundial de Clubes

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Uno de los símbolos del Inter de Milán | @francescoacerbi88 (Instagram)

Francesco Acerbi no es solo un defensor central del Inter de Milán. Es el testimonio vivo de que la voluntad puede más que cualquier diagnóstico. Su historia conmueve porque está hecha de caídas profundas, pero también de regresos memorables. Mientras compite en el Mundial de Clubes 2025 con el equipo nerazzurri, su sola presencia en la cancha ya es una victoria que va más allá del fútbol.

Hoy es uno de los referentes del subcampeón de la Champions League, figura de un equipo que peleó todos los títulos de la temporada en Italia y referente para miles de personas que atraviesan enfermedades graves. Pero hubo un tiempo en que todo parecía perdido. Acerbi enfrentó el cáncer no una, sino dos veces. Lo venció, dejó atrás una vida marcada por el dolor y el desorden. Y volvió a nacer como futbolista… y como ser humano.

El primer diagnóstico que le cambió la vida a Francesco Acerbi

En 2013, Francesco Acerbi tenía 25 años y estaba por firmar con Sassuolo tras pasar por el Milan. Durante los exámenes médicos de rutina, le detectaron un tumor testicular. El impacto fue inmediato. Fue operado de urgencia y empezó un tratamiento que lo sacó de la competencia. El diagnóstico era devastador, pero parecía controlado.

Sin embargo, seis meses después, en diciembre del mismo año, ocurrió algo inesperado. Un control antidopaje detectó niveles elevados de hCG, una hormona que suele indicar uso de sustancias prohibidas, pero que también puede delatar la presencia de ciertos tipos de cáncer. En su caso, era la segunda opción: el tumor había vuelto. Tuvo que iniciar quimioterapia y fue suspendido por la liga, aunque todos sabían que no era dopaje. Era la vida poniéndolo a prueba otra vez.

La lucha silenciosa de Acerbi contra algo más

Mientras enfrentaba el cáncer, Acerbi también lidiaba con un duelo interno que muchos desconocían. Un año antes había perdido a su padre. Y ese golpe emocional lo había llevado por un camino peligroso: depresión, vacío personal y abuso de alcohol. Reconocería después que llegó a ir borracho a los entrenamientos, sin motivación, sin rumbo. El fútbol había dejado de ser su refugio.

Pero esa recaída en su enfermedad fue, paradójicamente, su punto de inflexión. Una noche, durante el tratamiento, soñó con su padre. En ese sueño, sintió que recibía un mensaje de aliento, una invitación a cambiar. Esa experiencia lo transformó. Decidió dejar el alcohol, cuidar su cuerpo, enfocarse en sanar y volver a competir. La enfermedad se convirtió en su motor.

“No tenía miedo, sólo me preguntaba por qué el cáncer no me había cambiado. Luego, tuve un sueño extraño. Era como si mi padre y Dios fueran la misma persona, impulsándome a mejorar. Lloré y me di cuenta de que el cáncer era una oportunidad. Tenía algo contra lo que luchar de nuevo«, relató en su momento. Para la temporada 2013-14, Acerbi ya era otro. Había superado dos tumores y Sassuolo, que lo acompañó en el viaje, lo reincorporó con gusto.

Francesco Acerbi: de la recuperación al renacimiento en el fútbol

En 2014 volvió a las canchas con Sassuolo. No fue fácil. Estuvo meses entrenando sin jugar, recobrando la forma, ganándose el lugar que ya había perdido. Pero lo logró. Y no solo regresó: empezó a construir la mejor versión de sí mismo.

Fue titular durante cuatro temporadas, hasta que en 2018 lo fichó la Lazio. En Roma se convirtió en uno de los defensores más consistentes del país. Ganó la Coppa Italia, levantó una Supercopa y se ganó un lugar en la Selección de Italia, con la que fue campeón de la Eurocopa en 2021. Ya no era solo un sobreviviente. Era un referente.

Inter de Milán, Champions y Mundial, el punto alto en la carrera de Acerbi

En 2022, Francesco Acerbi llegó al Inter. Muchos lo veían como una apuesta de corto plazo, un jugador con experiencia para dar soporte. Pero terminó siendo pieza clave. Fue titular en el equipo que llegó a la final de Champions en 2023 y lo volvió a hacer en 2025.

En la semifinal de ese año, frente al Barcelona, marcó un gol agónico en el minuto 93 que forzó la prórroga y ayudó a la clasificación del Inter. Un gol que gritó con el alma, sabiendo que, una década antes, ni siquiera sabía si volvería a jugar.

Hoy, en el Mundial de Clubes, representa todo lo que significa resistir, sanar y renacer. No importa si gana o no el título. Su sola historia ya tiene peso de campeonato.