El regreso de Unión Magdalena a la Liga BetPlay ha sido una pesadilla para sus hinchas. Sin victorias en 19 fechas, último en la tabla de posiciones, sin reacción en lo futbolístico y con un panorama crítico en la tabla del descenso. Hasta ahí, una crisis deportiva que ya parecía tocar fondo. Pero una frase del máximo accionista del club, Eduardo Dávila, fue más allá del resultado y encendió un debate que traspasa lo futbolístico: “No les voy a pagar como castigo”.
La declaración, contundente y sin matices, fue dada en entrevista con Vive Radio y desde entonces no ha dejado de circular en redes sociales. En un país donde el fútbol genera pasión, identificación y también reclamos sociales, las palabras de Dávila abrieron una grieta entre quienes apoyan su postura y quienes la consideran inadmisible.
Unión Magdalena en caída libre… y ahora sin salarios
El equipo de Santa Marta no ganó un solo partido en todo el semestre. Disputó 19 encuentros, empató 8 y perdió 11. Solo convirtió 13 goles, recibió 30 y terminó con una diferencia de gol de -17. Con 8 puntos de 57 posibles, es el peor equipo de la Liga en 2025.
Pero lo que más ha impactado no es lo deportivo. Es lo que vino después. Eduardo Dávila, máximo accionista del club, explicó por qué no pagará la nómina del plantel profesional, pese a que el incumplimiento de contratos laborales puede derivar en sanciones federativas o legales.
“Yo he cumplido hasta el último centavo permanentemente, ustedes no han cumplido, lo que han hecho es perder y desvalorizar el equipo. No la he pagado ni la voy a pagar. Como castigo, no voy a cumplir”, sentenció Dávila.
La frase que abre el debate en el FPC
Lo dicho por Dávila no tardó en generar reacciones. Para algunos, representa el hartazgo de un dirigente que ha invertido en un proyecto que no le ha dado resultados. Para otros, es un acto grave que atenta contra los derechos laborales y éticos en el deporte profesional.
La expresión “como castigo” ha sido el punto más comentado. Porque traslada la responsabilidad total a los futbolistas, omitiendo factores como la planificación deportiva, el cuerpo técnico o la propia gestión dirigencial. Y al hacerlo, legitima la idea de que se puede sancionar con hambre o con deudas.
En X (antes Twitter), la frase se convirtió en tendencia. “¿Esto es el fútbol profesional?”, “Si no rinden, no comen. ¿Ese es el nuevo modelo?”, “Qué vergüenza lo de Unión”, “Por eso estamos como estamos”, son algunos de los miles de comentarios que ha provocado.
¿Puede un dirigente negarse a pagar como castigo?
Más allá del debate emocional, lo dicho por Eduardo Dávila plantea un cuestionamiento de fondo sobre las reglas del fútbol profesional. En Colombia, los jugadores tienen contratos laborales formalizados bajo el marco de la Dimayor y la Federación Colombiana de Fútbol.
No pagar un salario firmado no es solo una decisión polémica: es una falta legal que puede derivar en sanciones económicas, pérdidas de puntos, demandas o inhabilitaciones. Incluso podría abrir la puerta a que los futbolistas demanden al club por incumplimiento y obtengan la libertad contractual.
Unión Magdalena: del orgullo costeño al símbolo del descontento
Hoy el equipo samario es sinónimo de crisis, decepción y, ahora, de una declaración que parece haber borrado los límites de lo ético y lo empresarial. La gestión de Dávila había sido cuestionada antes, pero nunca con tanto alcance. Ahora su figura representa para muchos una visión del fútbol como empresa donde el resultado lo justifica todo, incluso el no pago de salarios a trabajadores que, por malos que hayan sido los resultados, han cumplido con asistir, entrenar y competir.
¿Qué viene ahora para Unión Magdalena? Un semestre clave y el ambiente en llamas
El último puesto de Unión Magdalena en el semestre ya parece inevitable. El equipo está último en el descenso, sin margen de reacción y con un vestuario golpeado no solo por la tabla, sino también por la situación interna. Y mientras eso sucede, la dirigencia lanza frases que generan más división que soluciones.
No hay plan de reestructuración anunciado. No hay proyecto deportivo en marcha. Solo un silencio institucional y una frase que retumba más fuerte que cualquier goleada sufrida: “Como castigo, no voy a pagarles”. Esta no es solo una historia de un club al borde del descenso. Es también una conversación abierta sobre el tipo de fútbol que queremos, sobre el lugar del trabajador en la industria del deporte y sobre los límites entre gestión, frustración y abuso.