No grite los goles antes


Puede que contar esto lo haga perder tiempo, 5 minutos que bien pudo invertir en un abrir un correo, revisar Facebook o buscar en Twitter las noticias del día, ahora que está tan de moda eso de informarse primero en las redes sociales.

Lo que aquí exprese también (eso espero, de verdad) puede parecerle interesante y quizás (lo que más me gustaría para no sentirme como un orate) identificado.

Aquí vamos, entonces…

No sé si por cábala o por un espíritu más bien conservador, de concederle al fútbol un vínculo ritual, cargado de solemnidad. Una cita más allá de la pasión. Esos 90 minutos que uno pasa frente a un TV, tablet, celular o en la cancha se cargan de un ambiente ceremonial. Un territorio al que acceden con contraseña y reconocimiento antropométrico. Deberían dejarme el privilegio de reservarme el derecho de admisión.

Como tal, me gustan ciertas condiciones para ver un partido. Sírvase de considerarlas. Las resumiré por si alguien siente que alguna, quizás, se cuele entre sus menesteres futboleros.

Armonía en la previa. Qué molesto era ir al estadio cuando alguna pequeña diferencia se interponía. Un disgustillo en el hogar, el malentendido con los compañeros. Algún tropiezo personal era señal inequívoca de que algo no estaría del todo bien en el partido. De esas premoniciones tan irracionales como veraces. Más de una vez me pasaba. Disgusto o problema. Traducción: El equipo pierde. Y si en una de esas ganaba, entonces el origen del problema no tiene que ver conmigo. Todo cambia y ya no es lo mismo seguir rituales previos. Uno crece, se cansa o termina por alejar ese espíritu egocentrista de pensar que todo lo sucedido al equipo, por algún designio divino, tenía que ver con nuestras vidas. Esa atadura, aunque irracional, aún suele gobernar mis pensamientos, en especial durante las buenas campañas. Uno piensa que sí, que si les va bien es consecuencia del buen momento personal.

Igual cuando el partido se juega. Es ese momento tan especial, tan completo. Encierra una fascinación absoluta. El tiempo existe solo en función del resultado. Está contenido en él. Si es un partido aburrido, de los 0 – 0 que clasifican como bodrio, transcurre una noche entera. Pero cuando la necesidad es nuestra y el marcador en contra, los 5 minutos parecen 2. Y si al rival le da por pasarse de listo, afectando el tiempo real de juego (por usar un término tan de moda ahorita, del que muchos hablan y poco se analiza), réstele uno más.

Por eso es tan sagrado ver un partido en las mínimas condiciones vitales, que le sean posible. Si lo ve con alguien espero que bajo ningún motivo le toque con aquellos (as) personajes tan peculiares, como desagradables si no se les instruye a tiempo: Los que cantan los goles antes.

Cuando uno ve fútbol con otras personas, aléjese de aquellos que gritan gol con cualquier llegada. Los goles se cantan, se celebran, se viven de verdad, únicamente en el momento que la pelota supera la raya de gol. Antes no. Así que todo el bullicio, la guachafita aquella que arman sin que se confirme la anotación, es mofa.

“Lo saló”, dígale así, con tono de regaño, a quien se le ocurra hacerlo. Es mi modo de sentir el fútbol: La culpa no es del jugador que falla, es de quien tuvo la ocurrencia de festejar “antes de”.

Una tradición convertida en caos. Ahora con el VAR todos festejan antes. Pocos se esperan a la revisión, la señal del árbitro reafirmando su decisión. Es cansón, como necesario. No se desgaste festejándolo. Mejor reserve sus fuerzas, suplique, sufra un poquito, mientras dictaminan en el cuartito de los monitores y con el árbitro en el auricular si lo valen o no. Es el fútbol de ahora. En ese detalle me cae mal el recurso tecnológico.

O qué me dicen de los mismos reporteros de campo, que en las transmisiones de TV se olvidan de nosotros, los usuarios. A varios les he tenido ya que poner mute porque mucho antes de que en la transmisión el árbitro sentencie si hubo gol o no, si hay penalti o fuera de lugar, si cambia o no la decisión de expulsar a un determinado jugador, ellos, los periodistas en el lugar del hecho, se anticipan: “Gol”, dicen.

Una alerta de spoiler en modo fútbol que no tolero. Miren, colegas: Sepan que la señal de TV -la online mucho más- nos llega un poco tarde. No digan nada, gánense ese silencio en favor de nosotros, los hinchas. Déjenos comprobar qué pasó y permítanle al pobre narrador de turno seguir en busca de una reinvención en su relato.

Es mi mundo, mi estadio, mi fútbol. Como al que no le gusta que los aficionados aplaudan a los expulsados o el de reprobar a los hinchas que graban los penaltis. Lo vivo así y me quedaré de esa manera siempre. No soy de ver fútbol en compañía y cuando lo hago es con quienes saben la lección porque lo aprendieron tras esbozar una leve sonrisa. Solo aquel capaz de admitir que en un grito anticipado de gol se esconde la fuga de un golazo bien concebido entiende lo que es ser un futbolero de verdad.

Hola. Me encuentran en Twitter como @jeisoncifuentes. Comunicador social. Si quieren escribirme: [email protected].

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