Andrés González

Juan Fernando Quintero, el Ícaro colombiano


Muchos lo tenían como rey. Como un hombre que con su zurda iba a salvar los lustros venideros de una selección que se arrodillaba, frente a los cielos, rogando por magia y talento. Así, como agua en medio de la sequía, apareció un joven talento, con técnica depurada, una visión absoluta del campo y un remate natural, que solo los elegidos poseían, Juan Fernando Quintero.

Quintero definió el estilo estético de lo nacional, pero lo que tiene virtudes, también tiene defectos. Y es que repasando la carrera de nuestro joven rey, nos damos cuenta que sus tierras son más parecidas a un laberinto que a los terrenos de un gobernante, deja de ser Minos, el antiguo rey de Creta, a ser Ícaro, el hijo del creador de aquella cárcel.

Juanfer Quintero, el ícaro colombiano

 

Si algún valor tiene el jugador colombiano es su talento y desparpajo que parece casi natural, una sensibilidad extrema para sentir la pelota, solamente comparada con la de los brasileños, pero, su cotización decae al ver la constancia, evolución, trabajo mental y físico, que solo el tiempo exige en la alta competencia, allí, nuestro héroe, vuelve a ser un hombre más, un talento desperdiciado, un luz que se resiste a brillar.

Esta es la definición de la carrera de Juanfer, la zurda más exquisita que ha tenido Colombia en los últimos años, por encima de ilustres héroes y reyes sin corona, nuestro Ícaro no tuvo el atrevimiento de querer descargar, algunos más arrogantes, sin tanto talento como él, pero con la fuerza suficiente, el de su orgullo, para llegar hasta el sol y morir en el intento, pero nuestro falso rey, nuestro Ícaro que se quedó en el laberinto no fue capaz de volar, o no quizo hacerlo.

Porto, Pescara, Rennes, le dieron la bienvenida como un procer, como héroe en formación que aguardaba por gestas legendarias, pero no fue hasta su rescate en River Plate, gracias a un conquistador sin igual, como lo fue Marcelo Gallardo, que nuestro Ícaro tomó impulsó, respaldado por un líder nato, que lo utilizó como su “caballo de Troya”, pasó a la historia de uno de los equipos más importantes del mundo.

Así, pasaron los años, hoy nuestro Ícaro se rehusa a volar más allá de sus capacidades, que con los años para en caída libre, y no sé si es la esperanza de un niño que vio en el estilo de Quintero la magia que buscaba, la rebeldía que requería para salir de su propio laberinto y solo a través de las letras expresa su frustración.

¿El camino fácil o el difícil? ¿Quedarse en el laberinto o alzar el vuelo con rumbo a lo desconocido? ¿Junior o Flamengo? 

Me encuentras en Instagram como: kggonzzo. Periodista y Comunicador Social

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