El buen fútbol se respalda con jerarquía y en el Atanasio Girardot Millonarios hizo una auténtica demostración de grandeza. Se llevó el triunfo con hidalguía, con juego. Pleno al momento de definir, solidario en la marca. Un equipo completo.
Cuando tuvo que sufrir, lo aguantó bien. Álvaro Montero estuvo bárbaro con sus atajadas. Una cuando el juego estaba 0 – 0 y el DIM amenazaba con irse primero en ventaja. Luego fue determinante en el sostenimiento del cero.
Cuando tuvo que jugar fue soberbio. Después del aguacero que significaron esos 10 minutos, Millos se sintonizó en el dial que era. Leyó a su rival y a partir de una prédica linda, como el toque del balón, comenzó su demostración. Andrés Gómez, de excelente partido, se hizo cargo del centro para el cabezazo de Luis Carlos Ruiz en el 1 – 0. Fue una maravilla de gol por la tocata previa. Ojalá tengan la oportunidad de repasar esa anotación. ¡Qué belleza!
Gómez, otra vez, pendiente de la jugada, concentradito. El «Tinito» (prefiero decirle así y no Yanfri, como lo bautizan en las redes) llegó como una exhalación en la conclusión del segundo tanto, justo y merecido. Intervino cuando era y puso el gol que le hacía falta a él y al equipo.
Todos se jugaron un partidazo y lo mejor de todo fue el marcador. Merecida ventaja para bajarle los ímpetus a un rival criterioso con el balón, al cual tocaba darle un golpe de gracia en su propia casa.
También era apenas normal que ellos se fuesen encima y ahí Millos, en esa labor de contención, de aguantar y ensuciar el uniforme, rindió. Bloque compacto, sin grietas. Solidaridad absoluta. Gamero tocó las piezas que eran en sus cambios. Bien planificado lo del profe, a quien le salió una noche redonda.
Partidos así ilusionan. Invitan a creer que sí es posible. Que el buen trabajo de este proyecto dé sus primeros frutos sería el premio más justo que el Dios del fútbol nos puede entregar.
Por @jeisoncifuentes