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En una época de mucha oscuridad para Millonarios, encontrar dignidad dentro de su juego era un potosí, una quimera que en los noventas escaseaba y es que tras malas decisiones financieras, el corte del grifo por parte de los narcotraficantes colombianos (con el ascecinato de “Gacha”) y un sin número de problemas del Embajador, llegó, desde tierras argentinas un pequeño rayo de Luz.
Tras la imposibilidad de jugar en la U. Católica, su mal desempeño en el Puebla, Ricardo Lunari llegaría a Millonarios, con mucha expectativa ¿Podría Lunari comandar un equipo que se caía a pedazos?
Con un total de 10 goles, Lunari se convirtió en un referente de la época, en un líder que supo enderezar el barco en medio de la tormenta. Un año antes, en el 95, Ricardo visitaría lo que sería su casa, con un recuerdo amargo, vistiendo la camiseta de la Universidad Católica de Chile, el argentino recordaría la majestuosidad de El Campín y una masa azul que se alzaba atrevidamente, entre vítores e insultos, aquel día, de Copa Libertadores, Millos ganaría 5-1.
UN ÍDOLO EN MEDIO DE LA ESCASEZ
En el torneo 96/97, Millonarios enfrentó en 4 ocasiones a Nacional, en todas ellas, los bogotanos salieron como los ganadores, pero fue el tercero, en Bogotá, en donde los dueños de casa ganaron por 2-0, pero fue aquel gol de chalaca del argentino que pasaría a la historia como algo icónico, una imposición de grandeza en tiempos oscuros.
“El que quedó en la memoria del hincha es ese que le hice a Higuita, pero lo más lindo del gol es que después de festejar con la hinchada, cuando venía pasando, Higuita se me acerca y me dice ‘te felicito Mono’, ese un gesto que no es muy normal«.
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