Luis Díaz marcó el primer gol, cuando no iban tres minutos de juego. Golazo de cabeza, el primero de un recital. Después estuvo a nada de anotar el segundo en su cuenta. ¿Qué sucedió?
Liverpool entrenó de manera oficial, con cancha llena. Su rival, timorato, sufrió una y otra vez con cada ataque. No terminaba de pasarse la toalla para secarse el sudor, cuando su oponente otra vez le propinaba un golpe.
¡5 goles en el primer tiempo! Pobre Jéfferson Lerma. El colombiano, jugador del cuadro visitante, la pasó muy mal. Liverpool jugó a placer y se sintió a sus anchas. Además, este equipo necesitaba un triunfo así, como revulsivo a un discreto inicio de temporada, con su punto más crítico en Old Trafford, donde Manchester United lo hizo ver muy mal.
Bounemouth pagó los platos rotos. Mejor, la vajilla completa incluidos los cubiertos de plata. Pocas veces se ve en el fútbol de hoy, en especial cuando se trata de una competición intensa como la Premier League, una demostración de superioridad así de cruel.
Liverpool no dejó de jugar en quinta velocidad. Inició el segundo tiempo y Luis Díaz, muy cerca, pudo marcar su segundo tanto del compromiso. Un rival le quitó ese privilegio, con tan mala suerte que terminó por convertir en propia puerta. Lo que le faltaba al Bounemouth, un autogol más. De esos días en los que uno dice “trágame tierra”.
Díaz se jugó un partidazo. Balón en sus pies, sinónimo de peligro, de magia. La ventaja amplia de su equipo le dio confianza, le hizo sentirse pleno con el balón.
El segundo gol (ahora sí) de Lucho Díaz
