Un roce, al piso. Una infracción, tumulto. Todos rodeando al árbitro. “¡Otra vez!”, se le entendió, clarito, al técnico Hernán Darío Herrera.
Un escenario posible, válido, esperable porque el Junior ya había hecho algo semejante contra Millonarios en El Campín, cuando le sacó un empate sin goles en los cuadrangulares semifinales de la Liga BetPlay del primer semestre.
Además, un agravante. El árbitro Hinestroza ya había sido criticado en la previa por viejos antecedentes que en nada favorecieron al Junior. Protestaron su designación. Dimayor no atendió el pedido, sosteniendo la decisión de conservar al colegiado.
El plan de Junior era ese. Un toque, una barrida. El leve roce que exaspera la paciencia del aficionado Verdolaga. La propuesta era así, al menos en los primeros minutos a ver si así pasaba el chubasco en el área junorista.
Aun si el marcador global de la serie estuviese 3 – 0 a favor del Junior, el plan no varió. Fueron más de 20 minutos con esa partitura. A la sofocante presión del local, cortar el juego. Si no era posible con el balón, entonces tocaba con el otro método.
No siempre fue así. La otra parte de la tarea en Junior fue sacar ventaja de algún error. Al acecho ante cualquier desliz en la zaga de Atlético Nacional. Carmelo Valencia lo intentó en una acción en movimiento, cuando le sacó el balón al portero Mier. ¡Qué cerca estuvo! Después, otra escaramuza y un remate peligroso de Sambueza.
Pasó el tiempo y en la medida que el cero en el arco se mantuviera, Junior mostró su otra faceta. No era solo cortar, también crear y presionar. Allí se hizo peligroso, dominante.