Un conflicto inesperado amenaza con empañar la celebración del Mundial 2026 en México. Los propietarios de los palcos del Estadio Azteca, el histórico coloso del fútbol mexicano, se niegan a ceder sus asientos a la FIFA durante el torneo, desafiando las exigencias del organismo rector del fútbol mundial.
La FIFA, como es habitual en las sedes mundialistas, solicita el control total de los estadios 30 días antes del primer partido y siete días después del último. Esto incluye, por supuesto, la disposición de los palcos. Sin embargo, los propietarios de estos espacios privilegiados en el Azteca se amparan en un acuerdo de hace 60 años, cuando se construyó el estadio, que les otorga un derecho de uso por 99 años.
Para financiar la construcción del Azteca en la década de 1960, el empresario Emilio Azcárraga Milmo vendió los palcos a inversionistas privados por un precio equivalente a $9.000 dólares de la época, otorgándoles acceso ilimitado a sus asientos durante 99 años. Este acuerdo, que incluía acceso a todo tipo de eventos deportivos y culturales, ha sido respetado hasta ahora, incluso en las Copas Mundiales de 1970 y 1986 celebradas en el mismo estadio.
“Tenemos derecho a estar ahí”
Roberto Ruano, portavoz de la asociación de propietarios de palcos, es tajetante en el sentido de afirmar que no quieren negociacia: “Ya pagamos el derecho a estar allí cuando compramos el título”.
Los propietarios, que han invertido entre $900.000 y $1.5 millones de dólares en sus palcos, algunos de los cuales se alquilan para eventos puntuales, se muestran firmes en su postura. “Cada propietario tiene derecho a ver qué es lo mejor para él”, afirma Ruano. “Pero ese no es mi caso, tengo derecho a estar allí y nadie puede obligarme a salir. Sería como si alguien me obligara a salir de mi propia casa”.
¿Solución a la vista?
La FIFA, por su parte, mantiene un tono conciliador y asegura estar colaborando con las ciudades anfitrionas del Mundial 2026, incluyendo los planes de remodelación del Azteca. Si bien no ha ofrecido detalles concretos sobre el acceso a los palcos, se espera que en las próximas semanas se llegue a un acuerdo que satisfaga a todas las partes.
El caso del Estadio Azteca podría sentar un precedente para otras sedes mundialistas, donde también existen palcos con derechos de uso prolongados. La FIFA tendrá que encontrar un equilibrio entre sus necesidades de organización y los derechos ya adquiridos por los propietarios de estos espacios exclusivos.
¿Se podrá llegar a un acuerdo? La respuesta a esta pregunta definirá el ambiente en el que se vivirá la Copa del Mundo 2026 en México. La sombra de este conflicto podría empañar la fiesta del fútbol o, por el contrario, podría resolverse de manera satisfactoria para todas las partes, sentando un precedente de respeto por los derechos adquiridos y la buena organización de un evento de magnitud global.