Andrés Pérez fue tan querido por la afición de Millonarios y el cariño del jugador tan fuerte, contundente y sincero con el equipo que, en un amistoso, sin nada que ver en materia contractual con el club, se vistió con la camiseta del entonces más veces campeón.
En vivo, sentado en oriental, recuerdo tres partidos suyos con Millonarios:
El primero, final de ida contra Atlético Nacional en la Merconorte del 2000. Ese día Andrés emergió desde el banco de suplentes. Al rescate del mediocampo, se hizo amo y señor. Barridas van y vienen, control exquisito. Repartir juego, dar órdenes. 45 minutos épicos, más un disparo de media distancia y la pelota rebotó en el horizontal.
Recuerdo también un golazo suyo al Deportivo Cali, una tarde de domingo del año 2001. Partido muy bien jugado, con triunfo 2 – 0 inobjetable. El de Pérez fue el segundo. Gol con su sello: Taponazo de larga distancia en la portería norte.
Por supuesto, que en el recuerdo está el del día que jugó contra River Plate por el valor sentimental, que en ese tiempo representó verlo allí, de vuelta aunque sea solo para un amistoso. Su sentido de pertenencia cayó como un bálsamo en un equipo al que le sobraba el cariño de su gente en medio de tanta carencia administrativa y económica. Si quieren una prueba de amor a un equipo recurran a alguno de los fanáticos que esa vez, con manilla y boleta en mano, colmaron las graderías de El Campín.
Diciembre del 2004…
El Kínder de Cortés, como en ese tiempo se le llamó a la versión más random que se haya visto de una plantilla en Millonarios, sobrevivía a punta de “arroz con huevo”. Una frase, dirían hoy, viral, pero en ese tiempo sin redes sociales, que se haya asentado en la memoria colectiva de los aficionados fue por la realidad tan dura que vivieron algunos jugadores del equipo. La prensa deportiva registró sus testimonios. Comían eso, arroz con huevo. A otros les tocaba lidiar con amenazas para sacarlos de sus viviendas por no pagar el arriendo, fiar en la tienda, cortes de luz, de agua, el gas que se atrasó de nuevo.
Andrés Pérez no lo vivió así. Más bien fue una solución. El único futbolista para exhibir en la vitrina del club se fue transferido a Quilmes de Argentina. Un dinero para acá y Pérez rumbo al sur del continente, donde vivió algunas temporadas interesantes porque mal jugador no era. El volante bogotano de comienzos de siglo tenía marca, categoría en el control del balón y a tan corta edad, liderazgo. Con apenas 20 años ya portaba la cintilla de capitán en Millos.
Su llegada al club coincidió con una de las mejores campañas de Millonarios en las últimas décadas. Integró el plantel del invicto, el de las 29 fechas en 1998. Sus primeros partidos como futbolista profesional marcados por el récord lo tuvieron a él como protagonista de lujo, viviendo el sueño del hincha. Un bogotano formado en las menores del América, con corazón azul. Para un equipo sin referentes de la capital, lo de Pérez fue especial. Al poco tiempo se sumaron Juan Carlos Jaramillo, Javier Jiménez, Hans Schomberger, Andrés Chitiva… Una generación de hinchas se forjó con aquellos nombres.
“Oeee, 0eee Oeeeee. Andréssss, Pérezzzz. (más fuerte). “OEEEEE, OEEEE, OEEEE… ANDRÉSSSS, PÉREZ”…
La noche del 16 de diciembre de 2004 el estadio El Campín sirve como ejemplo para ratificar el cariño incondicional del hincha por el equipo de sus amores.
A la ausencia de resultados deportivos, el Millonarios de la gente intervino. “Vive Millos”, como leyenda impresa en unas manillas de cuyas ventas se lograron recursos para ayudar en los gastos del club. El amor de un grupo de hinchas materializado en una estrategia tan ganadora, que luego se respaldó con el amistoso internacional frente a River Plate, homenaje con saque de honor incluido para Amadeo Carrizo, leyenda de ambas instituciones.
Tribunas abarrotadas de gente, en una clásica noche capitalina, fría y lluviosa. River trajo a jugadores como Marcelo Gallargo, Franco Constanzo, Eduardo Tuzzio, Maxi López, Gastón “La Gata” Fernández, el “Viejo” Patiño. Los dirigía Leonardo Astrada.
En Millos, era el equipo de Dragan Miranovic. Jugaban Héctor Búrguez, Omar Rodríguez, Yohan Viáfara, Jaime Bustamante, Jhon Ferney Flórez, Bonner Mosquera, Fabio Tamayo, Omar Guerra, José Moreno, Ricardo Pérez. Quien completó el 11 titular, como gran atractivo del juego, fue Andrés.
El hijo de la casa regresó de su primer año en el fútbol argentino, inspirado y con ganas de dar una mano a sus compañeros, de ser recibido en medio de una ovación. Tenía trato de ídolo y él se encargó de refrendarlo con creces aquel día. Marcó el segundo gol azul (Pepe Moreno hizo el primer) en aquel 2 – 2. Corrió a festejarlo en norte. Beso al escudo, alegría desbordante y dedicatoria a su hijo. Poco tiempo después fue sustituido: “OEEEEE, OEEEE, OEEEE, ANDRÉSSSS, PÉREZ”.
¿Por qué se rompió el idilio?
Si era tan buen jugador e identificado con Millonarios, ¿qué le pasó al amor? Después del amistoso internacional, tras un tiempo más en Argentina, Pérez volvió a la casa azul promediando el 2007. Lejos de su mejor versión, sin tantas oportunidades tampoco, fue al Deportivo Cali.
“Siempre anhelé jugar en Millonarios, donde por cosas del destino salí, no por decisión propia. Fue un momento fuerte para mí, hice un duelo bastante grande”, recordó Andrés para Caracol Radio. Comenzó una nueva era, de ceros en un equipo que con el correr del tiempo marcó su carrera deportiva de una manera tan especial, convertido en ídolo absoluto.
Para muchos seguidores de Millonarios, ese renacer de Andrés estuvo marcado de hechos que fueron en contravía de lo que alguna vez fue ese sentimiento azul. El jugador profesional que marcaba goles a su antigua casa, festejándolos a rabiar. El dueño de la frase “allá se mueren”, proferida al concluir el encuentro de ida por las semifinales del Apertura 2015.
La hinchada siente que la dijo con rencor, que hubo desprecio con la gente que, en su momento, lo vitoreó. “Yo le dije a mis compañeros que allá, en nuestro estadio, ellos se iban a morir en lo físico. Nosotros con 10 hombres y en Bogotá, corrimos más que ellos. Es una terminología deportiva y cada quien lo interpreta como quiere. Yo no soy alguien violento, ni estoy incitando a la violencia. El comentario no fue pensado desde la violencia, sino desde lo deportivo”, explicó en su defensa.
Andrés Pérez, resistido. Cada partido suyo contra Millonarios despertaba una tensión fuerte, insostenible. Años después, su carrera deportiva escribió sus últimos episodios nada menos que en Independiente Santa Fe, el clásico rival azul. La animadversión absoluta.
“Cuando era niño era hincha de Millonarios, pero es distinto el hincha al jugador, eso a veces la gente no lo entiende. Uno como jugador crea otros amores”.