Los que madrugaron para ver a un Liverpool avasallante encontraron a un Everton lleno de enjundia, valentía y con desparpajo.
Al final de cuentas, ellos no son los de la presión. La carga era para Luis Díaz y compañía. Todo lo hecho por el cuadro de Lampard era ganancia, con un plantel de oficio.
Inicio favorable al Everton. Desconectó a su rival con presión constante en los jugadores claves, los de buen pie como iniciadores de las jugadas. Sin el balón moldeó su figura, compacto y poco espacio entre líneas. Arriba, Anthony Gordon, el rubio delantero de los Toffees, mostró credenciales de ser el jugador más peligroso del derbi. En 30 minutos, la primera gran opción para romper el 0 – 0 fue del local, con un remate en el palo cuando la mancha azul en Goodison Park se aprestaba al festejar el gol.
Liverpool tardó en asemejar el contexto. Cuando despertó, permitiéndole hacer algo de contrapeso a las circunstancias en su contra, apareció Luis Díaz, quien sobre el cierre del primer tiempo estrelló el balón en el palo.
Palos y arqueros, responsables del Everton 0 – 0 Liverpool
Esa señal de alerta proyectada en los dirigidos por Jürgen Klopp fue un abrebocas de lo que veríamos en el período complementario. El Liverpool más reconocible del último tiempo por fin se dejó ver. Adelantó líneas, hubo precisión. Llegaron las combinaciones de primera.
El partido tomó un ritmo vertiginoso, de ida y vuelta. En las transiciones creció el Everton y en dos de esas jugadas pudo marcar. Una fue gol, pero el VAR invalidó por fuera de lugar de Conor Coady (por una rodilla), cuando había algarabía en Goodison Park.
Antes de esa acción, Neal Maupay dilapidó un mano a mano, salvado por Alisson y mucho antes el Liverpool encontró férrea resistencia en Pickford, salvador en dos disparos que en otro partido serían gol.
Luis Díaz cayó de nuevo en la red del rival. Lo vigilaron de cerca, lo marcaron con fuerza, pero mediante cierres leales. Hubo pocas acciones de privilegio para él. “Sacarlo del juego” fue uno de esos aciertos que tuvo el Everton.
El empate sin goles, a juicio del aficionado, fue injusto. Mínimo le cabían dos goles a este juego. En eso, los grandes responsables fueron los arqueros. Después los palos y por último, la falta de definición. En todo lo demás, este clásico superó las expectativas.