Como en otras épocas, el Junior de Barranquilla actualmente no tiene a un cobrador fijo que se haga cargo de los penales. No hay jerarquía.
Muchos hinchas se acordarán cuando en 2018 hubo todo un tabú alrededor de los tiros desde el punto de penalti en Junior. Y si el aficionado lo recuerda tanto es porque eso terminó costando un título continental, nada más y nada menos. Parece que entre 2022 y 2023 esta tendencia está volviendo. Y preocupa, porque en todo club grande debería estar claro cuál es ese jugador que patea todos los penaltis independientemente de si falla alguno o no.
En el elenco rojiblanco eso se ha transformado en un problema. Los de mayor experiencia, que son Carlos Arturo Bacca y Mario Sebastián Viera, ni siquiera son titulares. En el caso de Bacca ya le ha tocado fallar en el semestre anterior (sin contar su mala experiencia en el Mundial de Rusia) y se tiene cero confianza. Quizá después de ellos esté Luis Cariaco González pero el venezolano tampoco es habitual inicialista.
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Fechas atrás fue Luis Sandoval quien tomó la posta. El Chino tiene personalidad y carácter pero los penaltis no son su fuerte, está comprobado. Ante Once Caldas fue Leider Berrío, quien el año pasado le dio su primera estrella al Pereira desde los once pasos, y aún así cobró de manera terrible. Lo ideal es que él siga pateando para que se acostumbre. Sin embargo, lo más probable es que el Bolillo también le ponga la cruz.
🤍🔥🦈¡Eder Chaux el héroe del Once Caldas! ¡El arquero le atajó el penal a Léider Berrío!#LALIGAxWIN pic.twitter.com/HJEox0TE5t
— Win Sports TV (@WinSportsTV) May 7, 2023
Hubo dos pateadores que en el pasado aceptaron ese rol con mucha naturalidad: Luis Narváez y Miguel Borja. A ambos les tocó errar en momentos límite pero siempre volvían a agarrar el balón. El delantero cordobés recientemente le dio la victoria a River en el Superclásico ante Boca con un gran cobro.
Eso es lo que Junior necesita: que alguien se haga cargo, que no le dé miedo el error. Equivocarse en el fútbol de hoy (y de siempre) es una condena social pero efímera. Eso de que “lo importante es volver a intentarlo” es un lugar común pero verídico. Fallar un penalti no es el fin del mundo. No saber nunca quién lo cobra e ir decidiendo sobre la marcha, dejando ver que nadie tiene la testosterona necesaria para romper el tabú, quizá sí lo sea.
