La derrota ante River Plate por el Superclásico del fútbol argentino fue la gota que rebalsó el vaso. Este martes, Fernando Gago dejó de ser el técnico de Boca Juniors, pero detrás de esta decisión se esconde un entramado mucho más profundo que compromete el rumbo del club bajo el mando de Juan Román Riquelme, ídolo eterno devenido en presidente.
Riquelme, del ídolo indiscutido al dirigente cuestionado
Juan Román Riquelme es, para millones de hinchas, el mayor emblema en la historia de Boca. Un número 10 talentoso, creativo, cerebral. Ganó 11 títulos con la camiseta azul y oro, incluidas tres Copas Libertadores. Pero desde que colgó los botines en 2014 y cruzó la línea hacia la dirigencia, su figura se ha llenado de sombras.
Primero como vicepresidente (2020-2023) y ahora como presidente desde diciembre de 2023, su liderazgo ha estado marcado por decisiones polémicas, frases que dividen y una gestión que, hasta el momento, no ha sabido dar con el timón correcto.
Entrenadores amigos y ciclos cortos: un patrón repetido
Desde que Riquelme asumió un rol de poder en el club, Boca Juniors ha tenido siete entrenadores en apenas cuatro años. Primero fue Miguel Ángel Russo, seguido por tres técnicos con una particularidad: todos fueron excompañeros suyos. Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra y ahora Fernando Gago pasaron sin mayor éxito ni continuidad.
Jorge Almirón, quien llegó a una final de Copa Libertadores (perdida ante Fluminense); también salió, sin títulos, por la puerta de atrás. La presión, los malos resultados y una alarmante falta de evolución futbolística han sido moneda común.
Fernando Gago, otro entrenador que no estuvo a la altura
La elección de Fernando Gago fue desde el inicio un tiro en la oscuridad. Nunca logró conectar con el hincha ni imponer una idea clara de juego. Si bien hiló nueve victorias consecutivas en el torneo local, fue eliminado en Copa Argentina en 2024, lo que le representó quedarse afuera de la Copa Libertadores 2025 directo a zona de grupos.
Consiguió de forma agónica un cupo a la fase de repechaje, pero ahí fue apeado por Alianza Lima. El Superclásico del pasado domingo fue su sentencia final.
Ese día, en el Monumental, Boca salió con una línea de cinco defensores, sin ambición ofensiva y completamente superado. Cayó 2-1 ante River en un partido que pudo haber terminado con una diferencia mayor.
La grieta entre el discurso de Riquelme y la realidad del club
Una de las frases más repetidas por Riquelme en momentos difíciles es: “Lo importante es competir”. Pero para el hincha de Boca, acostumbrado a ganar y levantar copas, ese mensaje suena a resignación. El club acumula fracasos internacionales y títulos locales que ya no bastan para calmar las aguas.
A esto se suma el rol del polémico Consejo de Fútbol, integrado por exjugadores como Mauricio Serna, Jorge Bermúdez, Raúl Cascini y Marcelo Delgado. Más allá de los vínculos personales con Riquelme, se los cuestiona por falta de profesionalismo y escasa transparencia en sus decisiones.
El caso «Chanchi» Riquelme: un rumor que incomoda
Otra crítica recurrente apunta al hermano del presidente, Cristian “Chanchi” Riquelme, señalado por su supuesta injerencia en las divisiones inferiores del club. Varios juveniles han dejado el club o pedido su libertad de acción ante lo que sería una presión para firmar con ciertos representantes, bajo amenaza de no jugar, o jugar poco en el equipo profesional.
Mientras a los jugadores veteranos se les perdonan conductas, a los más jóvenes se les exige sin ofrecer las condiciones profesionales adecuadas. El maltrato a las promesas de la cantera es otra herida abierta en la gestión Riquelme.
La eterna disputa con el Macrismo: Riquelme contra el legado que aún no puede igualar
Una de las banderas que Juan Román Riquelme ha llevado desde sus tiempos de jugador y que ha sostenido como dirigente es su firme oposición al Macrismo. Su histórica tensión con Mauricio Macri, considerado por muchos el mejor presidente en la historia de Boca Juniors, ha marcado buena parte de su discurso político y deportivo. Riquelme siempre fue crítico con las gestiones encabezadas por Macri primero, y luego por sus herederos como Daniel Angelici, durante cuyos mandatos Boca ganó múltiples títulos locales e internacionales.
Esa oposición se volvió aún más visible cuando en diciembre de 2023, Román ganó las elecciones para ser presidente del club, venciendo en las urnas a la fórmula Ibarra-Macri, con Jorge Amor Ameal ahora como su vicepresidente. Sin embargo, desde su llegada al poder como máximo dirigente, la gestión de Riquelme no ha logrado igualar ni de cerca los logros deportivos del macrismo. A 16 meses de su mandato, sin títulos, con dos entrenadores despedidos y el club fuera de la Copa Libertadores, la paradoja es evidente: el máximo ídolo de la historia de Boca no logra, desde la presidencia, ni acercarse al legado de su principal antagonista.
¿Y ahora qué? El nombre de Gustavo Quinteros sobrevuela La Bombonera
Tras la salida de Fernando Gago, el principal nombre que suena para asumir el banco es el del experimentado Gustavo Quinteros. Una apuesta más pragmática, menos sentimental y, quizás, el primer intento real de Riquelme por salirse de su círculo íntimo a la hora de elegir entrenador.
De confirmarse, podría marcar un punto de inflexión en su presidencia. Pero la paciencia de los hinchas ya no es la misma. Si no llegan títulos —y sobre todo si no vuelve la Copa Libertadores— el romance con el ídolo eterno puede terminar en divorcio.
Boca Juniors necesita mucho más que ganar partidos
Lo que está en juego ya no es solo el resultado de un Superclásico o la eliminación de un torneo. Lo que se discute en el mundo Boca es el rumbo de la institución. ¿Puede Riquelme transformarse en el presidente que el club necesita o quedará atrapado en su pasado como jugador?
Por ahora, las señales son preocupantes. Su discurso ha cambiado, su círculo es cada vez más hermético y el club parece naufragar en decisiones personales que no siempre se explican con lógica deportiva. Boca no juega la Libertadores, no conquista títulos y sus proyectos duran poco.
El hincha empieza a preguntarse si el precio de tener a su ídolo al mando no está siendo demasiado alto.