Al término del primer tiempo el pasado sábado en el clásico entre Nacional y Medellín el club que hacía las veces de local empezó el programa de animación que ejecuta de manera regular en cada partido.
Usualmente Nacional combina música, concursos, atención especial a los niños y otras actividades de mercadeo tendientes al crecimiento de la marca.
Después de la final del año anterior entre Deportivo Independiente Medellín y Deportivo Pereira, entre la hinchada de Nacional empezó a crecer una ‘cargada’ contra los hinchas del Poderoso.
En aquella final el arquero del Pereira, Harlen ‘Chipi Chipi’ Castillo, fue la gran figura por sus atajadas históricas, entre ellas dos penales que tapó a Andrés Cadavid.
El primer penal atajado fue en el Atanasio Girardot, en el partido de ida. Ese partido terminó empatado y le dio al Pereira la tranquilidad de saber que incluso el empate en casa le servía para definir el título desde los doce pasos.
Desde allí, esta vez en Pereira Andrés Cadavid volvió a encontrarse con las manos seguras de ‘Chipi Chipi’.
Pereira salió campeón y desde aquel día la popular canción Chipi Chipi se usa de manera frecuente por parte de los hinchas de Nacional para cargar a los del Medellín.
Para colmo, el Verde incorporó a Castillo esta temporada, hecho que agudizó el tema.
Hasta ahí todo bien, todo normal. Las cargadas entre hinchadas hacen parte integral del folklore del juego. Lo que estuvo mal, muy mal fue lo que pasó el sábado al término del primer tiempo.
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Por el sistema de audio del estadio Atanasio Girardot empezó a sonar la canción ‘Chipi Chipi’, cortesía de Atlético Nacional. Los hinchas del Verde empezaron a cantarle a todo pulmón a los del Medellín y se presentaron reacciones violentas en la tribuna.
Fueron solo escaramuzas, encontrones aisladas, pero basta una sola pelea entre hinchas para que la ‘cargada’ de Nacional como institución a los hinchas del Medellín sea condenable desde todo punto de vista.
El oficio de los clubes no es atizar la violencia, por el contrario, es evitarla.
