Fue un paso corto, efímero y con fuertes golpes al corazón y un agravante: todos se vivieron en el Atanasio Girardot. Jorge Almirón ilusionó y su equipo falló en momentos claves. Eso difícilmente se borre.
Después de vivir un par de procesos exitosos con Juan Carlos Osorio y Reinaldo Rueda, el recambio en Atlético Nacional solo dejó desilusiones. Estuvo el paso de Juan Manuel Lillo que poco dejó porque ni siquiera se peleó por algún título.
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Él se fue y apareció un hombre al que difícilmente se le iba a resistir. Llegó Jorge Almirón luego de dirigir la final de la Copa Libertadores. Parecía un entrenador ideal, que además tuvo la oportunidad histórica de empezar su proceso con un título y en un clásico ante Millonarios.
Esa es la primera razón: Falló. Empezó mal, muy mal. Perdió ante un acérrimo rival y en casa, desatando un festejo visitante que hasta fue interrumpido por la afición. Era un fuerte golpe. Jorge Almirón quedó condicionado a trabajar fuerte para cambiar la imagen. Estaba empezando y se podía entender.
La segunda razón: Lo que hizo de ahí en adelante fue bueno. Clasificó a Atlético Nacional a la final de la Liga, por ejemplo. Hubo altibajos, claro. Sin embargo los resultados se estaban dando y había que coronarlos. La chance la tuvo otra vez en el Atanasio ante Deportes Tolima en la final. ¡Le bastaba empatar! Otra vez falló. La afición debió ver un nuevo festejo visitante.
La tercera razón: Después del par de golpes quedaba el más importante. Atlético Nacional está acostumbrado a pelear internacionalmente. Ese era el reto. Venía la Copa Libertadores y en ella, un rival que parecía que no debía complicar. Error. Atlético Tucumán pasó de eso a ser el verdugo del proceso. Otra vez en el Atanasio hizo que la afición verdolaga viviera una pesadilla, más allá del inútil triunfo por 1-0.
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Después de eso, no había cómo seguir. Jorge Almirón dijo que había firmado contrato por 2 años. Parecía dispuesto a seguir pero eso no alcanza en Atlético Nacional. Acá solo sirven los triunfos y más cuando se tienen a la mano en casa. El equipo, con el argentino al mando, fue incapaz de eso, ¡y 3 veces! Imborrables recuerdos pero dentro de los negativos.
