En solo unas semanas, DOGE se ha convertido en una palabra que no para de sonar en los pasillos del gobierno y en los titulares de medio mundo. Para quien ande algo despistado, no hablamos de criptomonedas ni de memes, sino del Departamento de Optimización del Gasto Estatal. Y claro, si ese nombre no te dice mucho, basta con mencionar quién lo lidera ahora: Elon Musk.
Desde que tomó las riendas, ha puesto sobre la mesa una promesa que ha dejado a más de uno con la ceja levantada. Reducir el gasto público en un billón de dólares antes de mayo. Sin tocar servicios básicos. Sin recortar pensiones. Sin meter la tijera en sanidad.
Cómo quiere DOGE ahorrar tanto dinero
Suena a misión imposible, ¿no? O al menos a una de esas ideas que, sobre el papel, parecen más fáciles de lo que luego son en la práctica. Pero Musk no ha venido a hacer promesas pequeñas. Él va a lo grande, como siempre.
Desde el primer momento, el mensaje ha sido bastante directo. No se trata de quitar ayudas, sino de cortar por donde sobra. Según Musk, el problema no es tanto la cantidad que gasta el Estado, sino lo mal que se gasta. Dice que hay duplicidades, procesos innecesarios y estructuras oxidadas que solo chupan recursos. Cosas que podrían eliminarse sin que el ciudadano medio se entere. O al menos sin que lo sufra en su día a día.
De momento no han soltado una lista cerrada de medidas, pero algunas pistas sí han dado. Por ejemplo, se habla de reducir personal en departamentos que funcionan con baja eficiencia. También quieren digitalizar trámites que aún se hacen en papel (sí, en 2025 todavía hay papeles volando por oficinas). Y además, revisar contratos públicos heredados de años atrás que, según ellos, ya no tienen sentido. En resumen, limpiar por dentro antes de cortar por fuera.
¿Qué pasa con la Administración del Seguro Social?
Uno de los temas que más ruido está generando es cómo este plan podría afectar a la SSA. Normal. Porque millones de personas dependen cada mes de ese ingreso. Y cualquier cambio, por pequeño que sea, genera nervios. Desde DOGE, sin embargo, insisten en que ese apartado está blindado. Es más, aseguran que si todo sale bien, los beneficiarios podrían incluso salir ganando. Porque al eliminar fraudes o estructuras que solo entorpecen, habría más margen para mejorar lo que de verdad importa.
Aunque el discurso de DOGE suene convincente, hay muchas voces que piden ir con pies de plomo. Porque recortar un billón no es cualquier cosa. Y hacerlo en tan poco tiempo, menos aún. Un paso en falso y el impacto puede sentirse en hospitales, en oficinas de empleo, en el día a día de la gente. Nadie quiere eso, pero el riesgo está ahí.
¿Puede DOGE de verdad ahorrar tanto dinero de los norteamericanos?
Además, dentro del propio gobierno no todos están a bordo. Hay tensiones internas y no poca resistencia. Algunos empleados públicos temen recortes que afecten a sus puestos. Otros directamente no creen que este plan sea viable. El ambiente está cargado. Y lo peor es que no todo depende de Musk, aunque lo parezca.
Y aquí es donde todo se pone más interesante. Porque sobre el papel, la idea tiene lógica. Si se elimina lo que no sirve, se gasta mejor. Eso es indiscutible. Pero en la práctica, ejecutar algo así exige precisión milimétrica. No se puede improvisar. No se puede ir deprisa sin revisar bien.
DOGE confía en que sí, que se puede lograr. Que con una gestión más eficiente, Estados Unidos puede funcionar igual o incluso mejor con menos gasto. Que no hay que elegir entre austeridad y servicios públicos si se hace con cabeza. Pero claro, eso todavía está por demostrarse.