Un coleccionista guardó durante años una colección de monedas que hoy vale una auténtica barbaridad. Y no hablamos de un par de cajitas con monedas antiguas del abuelo. No, estamos hablando de más de 15.000 piezas, muchas de ellas de oro, procedentes de más de cien lugares distintos del mundo. Lo curioso es que buena parte de esas monedas estuvieron enterradas bajo tierra durante más de cincuenta años. Literalmente.
Sí, enterradas. En cajas. Bajo tierra. Como si fuera un capítulo de una serie de aventuras. Y ahora, tras tanto tiempo ocultas, esas monedas forman lo que se conoce como The Traveller Collection, y se preparan para salir a subasta. La cifra que se espera superar es de 100 millones de dólares. Pero más allá del dinero, lo que hay detrás es una historia que merece la pena contar, y eso es justo lo que vamos a hacer aquí.
De dónde han salido estas monedas tan valiosas
Dicen que todo arrancó tras el crash bursátil de 1929. El coleccionista el protagonista en la sombra empezó a comprar monedas de oro como refugio. Algo así como cuando ahora algunos compran criptomonedas, pero con más peso, literalmente. Lo interesante es que lo que empezó como una forma de proteger su patrimonio, terminó siendo una pasión con todas las letras.
De esas que te llevan lejos. Porque él y su mujer, durante los años treinta, se dedicaron a viajar. Mucho. Por América, por Europa. Y en cada sitio donde iban, buscaban monedas con historia, raras, únicas. Y lo anotaban todo. Todo. Cada compra, cada hallazgo, cada detalle. Hasta el más mínimo.
Dónde han estado guardadas unas monedas tan valiosas
Los años pasaban y el ambiente en Europa se volvía cada vez más turbio. Ya sabemos todos lo que vino con los años treinta y el ascenso de los nazis. Pues bien, en ese contexto, este hombre con bastante visión, todo hay que decirlo, decidió esconder su tesoro. No en un banco, no en una caja fuerte, sino bajo tierra. En cajas metálicas. Lo envolvió todo como si fuese un secreto de estado y lo enterró en algún lugar seguro.
¿Por qué? Porque sabía que venían tiempos peligrosos, y no quería que nada de eso cayese en malas manos. Fue una decisión práctica, nada de romanticismo. Simple supervivencia.
La historia de película del hallazgo de una monedas de 100 millones de dólares
Pasaron los años. Décadas. Medio siglo, casi sin exagerar. Y cuando ya ni se hablaba de eso, los herederos del coleccionista redescubrieron el tesoro. Al desenterrar las cajas y abrirlas, se encontraron con una colección en perfecto estado. Como si el tiempo no hubiera pasado. Y no solo eran muchas monedas.
Eran piezas con una historia detrás. Con documentos, anotaciones, fichas. Gracias a eso, pudieron reconstruir el origen y el valor de la mayoría de ellas. Algunas no se habían vuelto a ver desde hacía más de ochenta años. Otras ni siquiera aparecían en los catálogos habituales. Y eso, en el mundo de las monedas, es oro puro. Nunca mejor dicho.
A día de hoy, la colección ya está en manos de una casa especializada. Van a organizar varias subastas a lo largo de los próximos años, porque venderlo todo de golpe sería imposible. La primera cita es en mayo, y todo apunta a que se batirán récords. No es solo una cuestión de dinero, aunque el valor económico sea altísimo. Es también lo que representan esas monedas
. Algunas son piezas que marcaron momentos históricos, otras pertenecieron a reyes que ya nadie recuerda, pero que alguna vez tuvieron poder real. Es como tener en la mano un trozo de historia que no cabe en los libros.
Algunas monedas de las que hacen historia están en esta colección
Entre tanto metal brillante y bien conservado, hay ejemplares que han generado auténtico revuelo. Por ejemplo, una moneda de oro de 100 ducados, acuñada en el siglo XVII. Pesa más de 340 gramos. Casi como llevar una tableta de chocolate, pero mucho más valiosa. También hay una serie de tomans iraníes del siglo XVIII, piezas contadas que solo están presentes en colecciones institucionales.
Lo más increíble es que muchas de estas monedas parecen nuevas. Como si las hubieran acuñado hace poco. Eso, para los coleccionistas, es como encontrar una pintura renacentista sin un rasguño.
Más allá de los titulares y los millones que pueda alcanzar la subasta, lo que queda es una historia que habla de otras cosas. De visión, de cuidado, de preservación. De alguien que entendió que guardar esas monedas era también guardar parte de lo que somos. Porque esto no va solo de metales preciosos. Va de legado. De tiempo atrapado en pequeños objetos redondos. Va de historia.