Junior de Barranquilla: Un casting sin dirección

Juan Fernando Quintero llegó a su tierra prometida


Medellín, Pescara, Oporto, Rennes, Buenos Aires, Shenzhen, Barranquilla. Uno lo lee así y no parece haber una correlación lógica entre estos destinos. Es una ruta de diferentes latitudes y culturas que sólo se le ocurrirían a un bohemio que va por ahí con poco equipaje y la certeza de no poder establecerse en ningún lado. Preguntárselo al mismo Juan Fernando Quintero sería inútil. Él no sabría explicar el por qué, sólo sonreiría.

Es una cabeza especial. No solamente porque puede hacer cinco veces el mismo enganche hacia dentro y nunca se lo descifrarían, o porque su cerebro inventa pases que su zurda procesa en milisegundos. Sino porque sus decisiones fuera de la cancha, en detrimento de la mentalidad neoliberal y eurocéntrica que gobierna la comunicación del fútbol hace mucho tiempo, son especiales. Siempre tienen un condimento exótico. Y siempre a la gente le cuesta entenderlas.

Juanfer Quintero ‘peina’ a Carlos Antonio Vélez tras su llegada a Junior

Y aunque esta determinación de fichar por el Junior de Barranquilla parezca alocada, es menester recordar que Juanfer ya haya tenido salidas como aquella de tirar al traste su trayectoria en el viejo continente con tal de cumplirle un sueño a su abuelo con alzheimer o largarse a China a facturar teniendo la edad en la que, se supone, un jugador está en su mejor momento físico y mental. Su decisión de irse a la capital del Atlántico es mucho más lógica de lo que parece.

¿Por qué? Porque hasta ahora nadie lo sabía, pero Quintero y el elenco barranquillero estaban destinados. Así como el enganche paisa es un tipo cuya carrera está plagada de curiosidades, rarezas y discursos del estilo “Lo que hubiera sido si…”, Junior es un club repleto de polémicas, irregularidades y eventos que coquetean constantemente con el realismo mágico y el meme. Una cabeza especial para una organización especial.


En el conjunto rojiblanco son capaces de estar semanas moviéndose alrededor de la idea de un plantel con más obreros que llegan a demostrar y menos megalomanía de contratos inflados, y en cosa de unos días cerrar la contratación más cara de la historia del rentado local. No ha habido nunca una dirección ni tampoco en plan porque en la Puerta de Oro lo que interesa es la narrativa, la ilusión y el sincretismo.

Para el barranquillero la prioridad es restregarle a los rolos, vallunos y antioqueños que los mejores dieces de la historia del país vienen a jugar a Junior, aunque sea una verdad a medias. Lo esencial es la publicidad, el valor agregado de ser la envidia del continente. Después, ¿Qué importa si sale bien o sale mal? Nadie nos quita lo bailado. El golpe de efecto está hecho.


Juan Fernando Quintero leyó las respuestas creativas, jocosas y afectuosas de los Junioristas cuando subió las fotos de Valderrama y Hernández a Twitter. Luego leyó las respuestas creativas, violentas y malaleche cuando mintió acerca de que el negocio se había caído. Y posteriormente volvió a leer respuestas creativas, jocosas y afectuosas en cuanto confirmó que sí, que se iba para la ciudad del Carnaval.

Con eso, sumado a que por fin podrá estar cerca de su esposa y de su hija, entendió que en ningún otro lado iba a ser más feliz. Y, cuidado, que todo tiene que ver con todo: un Quintero feliz es un Quintero que dentro del campo va a marcar una diferencia abismal independientemente de cualquier condición física. Un Quintero feliz es un acontecimiento que Barranquilla se dará el lujo de disfrutar. El genio llegó a su tierra prometida.

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