El equipo de Gustavo Alfaro logró demostrar buen fútbol, pero los resultados no acompañaron su proceso. Ecuador todavía está unos escalones abajo de la élite mundial.
En un proceso fortificado desde los clubes y las categorías inferiores, se basó el trabajo de Gustavo Alfaro para poder convertir a la Selección de Ecuador en una de las más fuertes de Suramérica y una de las llamadas a ser protagonistas en esta Copa del Mundo. Se presentaron algunos problemas de carpeta y estrado, pero se quedaron en litigios.
El combinado tricolor llegó a suelo catarí para cumplir con su cuarta participación en la Copa del Mundo. Recordando grandes nombres como el de Álex Aguinaga, se podría considerar a Enner Valencia como ese gran referente, el mismo que cumplió en ese debut soñado, donde se convirtieron en la primera selección en ganarle al anfitrión en el partido inaugural del certamen.
Catar fue un pasatiempo para el equipo suramericano que logró imponerse sin despeinarse y con un equipo sólido, que conquistó el ojo del hincha del fútbol que empezó a poner sus moneditas en un equipo que vistosamente era llamativo, pero que mostraba un juego ofensivo contundente para buscar el arco rival.
Países Bajos le bajó la bilirrubina, valga la redundancia y lo asentó en el ecosistema de los equipos que están acostumbrados a jugar Mundiales. Los holandeses o ‘Naranja Mecánica’ encontraron un partido fuerte frente los dirigidos por Alfaro, pero lograron dejar el marcador con un punto en la tabla para cada uno.
Senegal dio un golpe bajo y contundente. Un partido controlado desde el factor más fuerte de Ecuador: lo físico. Desde este planteamiento, los duelos se fueron ganando y superando en lo colectivo a un equipo que se fue desdibujando y cayendo en el hueco de la desesperación y la ansiedad.
Ecuador le dice adiós a Catar, pero tiene la chance de darle continuidad a un proyecto que puede potenciar y enfocar de cara a la nueva Copa del Mundo.