En toda Odisea, ya desde la de Homero, toda vuelta a casa puede ser traumática. En esa ruta de regreso a los orígenes aparecen distintas bestias y lastres que impiden un retorno glorioso y regocijante. Sólo los míticos se imponen a eso. Múltiples son las historias de futbolistas que regresan al equipo de sus amores para el famoso Último baile. Tristemente, a veces, no deja de ser eso. Un baile amargo con una tía o con la más fea del salón. Hay que tener grandeza para poder llenar las expectativas y convertir la nostalgia en una realidad feliz.
Los primeros días del segundo ciclo de Carlos Arturo Bacca Ahumada con Junior han dado señales de que él no quiere un sólo número. Él quiere disfrutar, competir, tomar la posta del mito que construyó muy joven con dos campeonatos, cuatro botines de oro y cinco dianas en finales del fútbol colombiano (el que más). Contra Independiente Santa Fe, el día del re-debut, transformó en una chance de gol cada pelota que tocó. Demostró estar dos escalones por encima en lo técnico y lo conceptual. Lo otro, lo físico, se irá ganando.
Días después contra Atlético Nacional por Copa BetPlay parecía que el cuerpo técnico soltaba al pura sangre, pero no. Jugó un Carmelo Valencia que no es ningún mito pero que si está angelado. Tutunendo y Bacca se dieron un abrazo en la zona de cambios como si fuesen amigos de toda la vida. Signo inequívoco de armonía en un vestuario cansado de fracasos, hambriento de alegrías y transformado espiritualmente a partir de la vuelta del ídolo. ¿Qué es el espíritu sino una arqueología del alma? ¿Quién va a reconstruir la moral de un grupo sino es uno que ya hizo historia?
Charles Cow tiene la ventaja competitiva de haberse entrenado y jugado contra los mejores durante una década. Todo el abanico de posibilidades futbolísticas que te ofrece como delantero es algo que se cae de su peso y que ya habrá tiempo de analizar. Lo más importante es lo otro. La forma en la que se puede percibir un bandazo de esperanza en todo el Universo Junior a partir de una sola figura, de un sólo tipo. Todo está en los detalles del plano. En el ojo de tigre de los Pacheco, los Hinestroza y los Moreno. En la tranquilidad y la mesura de Juan Cruz Real cuando habla del nivel que está mostrando su equipo.
Y también, obviamente, en las manos entrelazadas de un padre y un hijo que van ingresando al Metropolitano. Uno ya sabe quien es Carlos Bacca, ya conoce el mito. El otro ya va con la idea de que el número setenta es el héroe al que hay que mirar esperando que haga algo increíble. Y ojo: si los hace, estará perfecto. Pero al que escribe estas líneas le da la sensación de que Junior no va a necesitar que El Peluca marque veinte goles en el semestre. La mitología de su personaje ya está obrando para bien.
Son una partida de torcidossss… 🎵🕺 pic.twitter.com/gTaOUBd8Xy
— ETERNO 70 🔴⚪ (@eterno_70) July 30, 2022
Hola, soy Santiago Cantillo. Periodista barranquillero. El fútbol y el cine me salvan la vida todos los días. En Twitter me encuentras como @inventediez.
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