El empate 2 – 2 entre Colombia y Brasil dejó varias conclusiones, interesantes para el proyecto de Carlos Queiroz.
Decía Tite, entrenador de la Selección de Brasil, que Colombia es uno de los rivales que más lo ha complicado. Tiene razón. La Tricolor se acostumbró a jugarles sin temor. Un duelo de poder a poder, que en otro tiempo sería suicida.
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Sin embargo, por alguna razón que esta generación de jugadores aún no ha consolidado, falta algo. O mejor, se falla. El primer tiempo del combinado nacional en este amistoso lo dejó como vencedor. ¡Dos goles a la Brasil de Tite! Cuando ya nos ilusionábamos porque con ese marcador se les quitaba un largo invicto (no caen desde cuartos de final en Rusia 2018), apareció Neymar. Partido empatado. Otra vez a remar.
Era amistoso, de acuerdo. Pero en este tipo de situaciones se refleja ese “paso más” de calidad que es necesario dar en este proceso con Carlos Queiroz. Colombia dejó escapar una buena oportunidad de haber sacado un resultado que a todas luces es positivo porque no siempre se les gana y menos con una muestra de eficiencia ofensiva, sin temores, ni colgados del travesaño.
Del funcionamiento que tuvo el cuadro cafetero, uno de los detalles más inquietantes consistió en el funcionamiento del equipo sin un volante tipo 10. No el clásico pasador, función que con el fútbol de hoy es más bien una añoranza al pasado. Cuando se habla de ese tipo de jugador se hace referencia a aquel que tiene más condiciones para pasar el balón, darle trámite al juego.
Carlos Queiroz prescindió de ese tipo de futbolista, para darle paso a un equipo más rápido. No contar con un volante de manejo hizo de Colombia un equipo con facilidad para pasar pronto de defensa a ataque, más vertical. Así le hizo daño a Brasil durante la etapa inicial, que sin duda fue lo mejor del equipo a lo largo de los 90 minutos.
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Con el 2 – 2, el compromiso fue más para el rival. Bajo ese contexto tal vez hubiese sido importante un volante como James o Cardona, ausentes en esta convocatoria. Lo mejor para Colombia era tener más el balón, defenderse sin quedar tan sometido al rigor de una Brasil, que sí está mucho más amoldado a la idea de jugar con transiciones rápidas.
No perder siempre será bueno, máxime si es contra Brasil. Se aplaude la idea de Queiroz de ensayar formas de jugar poco usuales y que con más unidades de trabajo le dará al seleccionado otra faceta, no depender de si está o no un determinado jugador.
Eso sí, nos queda el sinsabor de no poder ganarle a un rival de peso, teniendo con qué.
