Cuando un jugador es reemplazado tiene varias explicaciones: No hizo algo bien o ya no estaba en condiciones. O su forma de jugar en esos momentos, a juicio del entrenador, no encajaba dentro del contexto del compromiso.
Asumir la sustitución es una labor compleja para un jugador acostumbrado a estar siempre, máxime si es figura. En algún momento le pasará y será virtud suya saber manejar ese tipo de situación, en medio de sensaciones encontradas. Momentos tensos, de los cuales más de un futbolista no soporta la presión y estalla.
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Descargan su ira con aspavientos, vociferan indirectas, esperando que el entrenador, delante suyo o en otro lado, escuche sus argumentos. Cualquier objeto cercano con seguridad paga las consecuencias. Vuelan botellas de agua, algún maletín con toallas y las sillas, maltratadas por la furia, tienen más presión de la habitual.
En algunos casos, existen reprimendas públicas del jugador con su técnico ahí mismo. Desde negarle el saludo hasta hacerle reclamos en vivo y en directo. No son situaciones fáciles de manejar, aunque desde adentro se diga lo contrario: Con frecuencia se exculpa al futbolista porque así es el fútbol. “Si no le duele ser reemplazado es porque no siente esto”.
En el fútbol se han dado shows de marca mayor, muchas veces protagonizados por esas estrellas, que parecían intocables hasta que les llegó la hora. Hay episodios que sobrepasaron los límites, llegando a la agresión, u otros tan controvertidos que prácticamente firmaron la salida del jugador del club por diferencias irreparables con sus entrenadores.
